sábado, 4 de diciembre de 2010

Furia de titanes: los dioses griegos vuelven a morir

(Escrito el 21 de abril de 2010)


La mitología griega contiene un buen número de relatos de aventuras de los enfrentamientos, muertes y liberaciones de la raza humana que tenían como protagonistas a diversos héroes, dioses, semidioses y doncellas.  Los relatos cinematográficos acerca de esta mitología empezaron en 1908 con el cortometraje Edipo Rey del fránces André Calmettes y tuvieron un gran auge en el denominado cine Peplum de los años cincuenta y sesenta en Italia, donde se dio rienda suelta a la gran mayoría de películas que tuvieron en especial a Hércules como protagonista, pero se desgastó tanto que este tipo de producciones tuvieron casi una desaparición total.  El traspaso a la narración audiovisual de los mitos a veces presentaba dificultades para plasmar todo el orden del cosmos que los antiguos griegos crearon.  Por eso los relatos tomaban sus licencias, para contarlos con mayor facilidad al público masivo, organizando los acontecimientos en un orden con mayor simplicidad.
En los últimos años los relatos míticos en el cine, han estado más cercanos a las hazañas de los pueblos nórdicos, sajones y celtas. Recordemos historias como El señor de los anillos, Beowulf, Robin Hood, y  El Rey Arturo.  La aparición constante y a veces repentina de poderes, maldiciones, pruebas y ayudantes que tanto abundan en los relatos griegos no encaja en los relatos habituales de Hollywood, porque en su afán mercantil se le dificulta entrar  en esas complejidades. Esto si lo logró hacer en la literatura la inglesa J. K. Rowling con sus novelas infantiles de Harry Potter que fueron llevadas a la pantalla grande con mayor facilidad.
En los griegos claramente estaban valores como la marca del destino, el designio de los dioses y la debilidad de la condición humana, que se contrapone muchas veces con los valores estadounidenses expuestos con harta reiteración en sus películas como la acción individual, la anulación de creencias legendarias y la fortaleza física. 
Por eso cuando fue hecha Furia de Titanes en 1981 tuvo una de las últimas referencias más o menos respetuosa, a las peripecias de los personajes clásicos de la cultura mediterránea.  En esa versión hubo un acercamiento con el destino de Perseo y se tomó su tiempo narrativo para mostrar la preparación del personaje para enfrentar a Calibos, conseguir a Pegaso, enfrentar los escorpiones, vencer a Medusa y finalmente al Kraken, que lo tomaron prestado de la mitología escandinava, porque en el mito griego realmente era Ceto.  Esta fue la última película en la que participó el legendario artista visual Ray Harrihausen quien hizo los efectos visuales con su famoso stop motion que hoy en día no lucen tan bien con tanto despliegue en post producción, pero que en su momento funcionaron en este relato que impresionó a los niños y a los padres que los acompañaron a las funciones.
La nueva versión de Furia de Titanes tiene una buena introducción con una animación no tan compleja pero muy acertada en presentar el mundo de los dioses, sus disputas con los titanes y su manipuladora relación con los humanos. Esta presentación avanza con firmeza en el rescate de Perseo como bebé, el cuidado por su padre adoptivo Spyros y el ataque del dios Hades a la población de Argos por la osadía de los humanos que derrumban la estatua del dios Zeus. Pero desafortunadamente desde que Perseo es identificado en Argos como el hijo de Zeus, la historia pierde todo este trasfondo dramático para convertirse en solo un vehículo de acción, en el que van encadenadas las pruebas de Perseo y su grupo de ayudantes como en el universo de un videojuego y no como el relato mitológico que inicialmente era.  Para construir un relato que el público puede digerir fácilmente junto a la crispeta y la gaseosa, las licencias narrativas son necesarias para la construcción de la historia en pro de dejar establecido el conflicto a desarrollarse.  Incluso en la primera Furia de Titanes la obra estaba construida de manera distinta al relato original de Perseo, pero mantenía ese respeto por el mundo en el que se introduce y también lleva con calma la introducción a las escenas de acción. Esta habilidad en la narración la demostró muy bien James Cameron en Avatar, quien tenía preparadas las espectaculares escenas de acción para el despliegue de efectos especiales, pero primero introdujo al personaje en el mundo de Pandora.

En Furia de Titanes las escenas de acción tiene la mayor relevancia, mostrando el carácter pragmático de la actualidad de Hollywood, en la que el fin justifica los medios, pero va a un nivel tan exagerado que la película tiene como único fin, sus medios, es decir las escenas de acción. Por eso se ahogan las posibilidades de ver unas buenas actuaciones de los dioses con actores de la talla de Liam Neeson como Zeús, de Ralph Fiennes como Hades y hasta de Danny Houston como Poseidón, quien fue más decorativo que las torres de Argos construidas en post producción.  Ninguno de los personajes llega a tocar ese carácter de divinidad con que fueron construidos en los poemas griegos y sus trajes de caballeros medievales lucen aún más fuera de lugar.  En las escenas realizadas en la mansión de los dioses, el Olimpo, es donde más se extrañan los diálogos y las actuaciones de grandes actores como Sir Laurence Olivier, Maggie Smith, Claire Bloom  y hasta incluso la de Ursula Andress quien tenía la belleza que se le atribuía a la diosa Afrodita, en la versión de 1981. Esta vez se perdieron todos ellos, no fueron entrañables, fueron de paso. Al fin y al cabo la propia mitología de Hollywood solo llega hasta el western, donde si pudieron contar muy bien el pasado norteamericano, pero al contar uno ajeno como el griego este quedo totalmente maltratado.

Al filo de la oscuridad: al filo de lo predecible

(Escrito el 7 de abril de 2010)


El último papel protagónico que había realizado el reconocido actor Mel Gibson fue en la película Signos de M. Night Shyamalan en la que interpretaba a un padre de familia, que además de ser sacerdote viudo, debía proteger a su familia de una invasión alienígena.  Este perfil de padre atormentado lo venía mostrando en otras obras anteriores como en la película épica El patriota (2000) y el thriller Rescate (1996).  Así que el papel de padre enfurecido por ofensas personales a su familia es parte del perfil que ha interpretado en los últimos años, pasando de encarnar a la figura del héroe solitario como lo hizo en títulos como Mad Max, Arma Mortal, Payback, y Maverick , a la de héroe protector.
De todos los papeles de padre golpeado que ha hecho Gibson hasta el momento, este último como Thomas Craven en Al filo de la oscuridad es el más débil de su carrera y no llega al nivel que había dejado en las obras anteriores.   La acción de la película detona cuando llega a visitarlo su hija Emma y es asesinada en la puerta de su propia casa con un tiro de escopeta delante de él. Este policía de la ciudad de Boston quien está cerca al retiro, inicia con su investidura una investigación individual pero a medida que esta avanza y encuentra personajes claves con revelaciones del pasado laboral de su hija, se va convirtiendo en soporífera, en lugar de tensionante.  Los diálogos son en su mayoría son clichés oídos una y otra vez con total carencia de tensión.    La gran verdad que está averiguando Craven, el espectador la puede adivinar con mucha facilidad, así que sus dos horas de extensión son innecesarias, después de saber que Northmoor, una poderosa empresa productora de armas, tiene investigaciones secretas de armas nucleares que vende a países extranjeros.
Originalmente Al filo de la oscuridad fue una serie de televisión británica de seis episodios realizada en 1985, que Martin Campbell el director actual también había dirigido. Esta serie tuvo un buen recibimiento del público y de la crítica, porque se tomaba su tiempo para contar la larga investigación de este padre que quiere averiguar por qué su hija fue perseguida y asesinada por la compañía en la que trabajaba.  Un personaje fundamental allí fue Jedburgh, un hombre de servicios privados secretos quien resolvía parte de la trama. En la nueva versión este personaje que interpreta Ray Winston no desarrolla su peso dramático y sus apariciones se reducen a diálogos cortos, pseudo misteriosos y deslucidos que queda en gran evidencia en la risible escena en el muelle en la que le dice a Craven que él es quien le permite estar vivo mientras bebe un costoso vino.  Esta relación que es clave en la resolución de la película no logra cimentarse y los motivos personales de la intervención de Jedburgh quedan más bien como un “Deux ex machina” desarrollado abruptamente en una patética escena final en la sala del senador donde termina la acción que el propio Craven no alcanza a concluir. 
Al filo de la oscuridad es una película inconsistente, que descuida a Jedburg como personaje clave y exagera en las apariciones de los testigos cercanos a las acciones que desencadenaron en la muerte de Emma,  como lo son su novio David y su amiga Melissa quienes sobreactúan en sus interpretaciones, pero tampoco sus diálogos les ayudan mucho.  La relación más sólida que se desarrolla en la obra es la que se construye entre Thomas y su hija Emma, quien va apareciendo en su cabeza con el recuerdo que el preserva con mayor recelo: el de la dulce niña que protegía, educaba y mimaba.   
El neocelandés Martin Campbell es un director que ha demostrado una gran habilidad para las películas de acción como lo hizo con anterioridad en Casino Royale la mejor película del agente James Bond en las últimas dos décadas, y también en el género de aventura con La máscara del zorro con Antonio Banderas como protagonista. Pero estas dos obras tuvieron un guión muy bien logrado que es precisamente lo que le hace falta a Al filo de la oscuridad. Las escenas de acción, en especial las muertes de Emma y su amiga Melissa, logran sorprender por su inesperada irrupción, pero no son suficientes para sostener la obra.   Esta es una obra que será olvidada con facilidad de la filmografía de Mel Gibson y de Martin Campbell.

Invictus: cuando las palabras son más poderosas que las imágenes

(Escrito el 24 de marzo de 2010)


Nelson Mandela es una de las figuras más importantes de la humanidad en el periodo que corresponde a la segunda mitad del siglo XX. Junto a Mahatma Gandhi, son dos hombres que se convirtieron en símbolos de pueblos oprimidos por los imperios europeos en Sudáfrica e India respectivamente, y ellos dos lograron un nivel de grandeza del cual sus opresores no habían tenido noticia. Un mensaje de paz, perdón y reconciliación, fue un golpe que no esperaban de parte de sudafricanos e indios, cuando lo más predecible hubiera sido una respuesta violenta y vengativa, como respuesta a las atrocidades que se cometieron por una auto proclamada superioridad racial, económica, educativa y hasta intelectual que se dieron los europeos. 
Mandela tuvo la difícil misión de tratar de unificar dos pueblos en Sudáfrica, una gran mayoría pobre integrada por  nativos africanos provenientes desde los pueblos Zulu y Xhosa y una minoría acaudalada compuesta por colonizadores europeos que desde el siglo XIX, fueron mezclándose entre holandeses, alemanes y franceses, que luego fueron denominados en un solo grupo, con el nombre de boers o afrikáners.
Un poderoso relato de la vida real, que escribió el periodista británico John Carlin radicado en Sudáfrica, con la novela El factor humano (Playing the enemy), fue la inspiración para el guión de  la película Invictus que fue escrito por Anthony Peckham. 
Clint Eastwood el denominado, “último de los directores clásicos” hace la dirección de esta película y su protagonista, el laureado actor Morgan Freeman, asumió este proyecto como personal, ya que hizo parte de la producción ejecutiva y contó con la venia del propio Mandela para ser su intérprete.
La película Invictus centra su relato en los acontecimientos que llevaron a Sudáfrica a lograr la Copa Mundial de Rugby en el año de 1995, un acontecimiento clave para algunos países del mundo que se celebran con un intervalo de cuatro años, tal como lo hacen grandes competencias como la Copa mundial de fútbol o los juegos Olímpicos.  Esta copa inició de manera organizada desde 1987.  La obtención de este título se convirtió en el símbolo de victoria para el pueblo sudafricano que durante mucho tiempo fue separado de todo tipo de competencias debido a su denigrante política de segregación llamada Apartheid, en la que limitaban los espacios públicos para los habitantes de raza negra.
A pesar de una secuencia inicial muy bien lograda con la liberación de Mandela y el nuevo destino para este territorio austral, la película Invictus con todo este peso histórico tras de si, queda más como un registro bondadoso y benévolo de este momento crucial para el país africano.  Su guión resalta la nobleza de sus dos protagonistas, Nelson Mandela como presidente y François Pienaar como capitán del equipo de rugby, pero la tensión que representa para el país el apoyo a un equipo de blancos que era símbolo del régimen segregacionista, no logra conseguirlo a pesar de las reiteraciones en diálogos y escenas.  Clint Eastwood ha tenido en la dirección de actores durante su carrera filmográfica como una característica clave de su obras, que proviene de su amplio pasado como actor, pero esta vez, las actuaciones son débiles, Freeman que interpreta a Mandela, se vuelve reiterativo en sus frases célebres y sabias, y la interpretación de Matt Damon, como Pienaar es débil y sin fuerza, lo que dificilmente explica la sobrevalorada nominación a los premios Oscar.   El interés de la película se enfocó más en la recreación de los partidos y la puesta en escena de la acción y relega la dirección actoral, que se nota aun más en los papeles secundarios, que por varias escenas parecían solo la recitación de los diálogos.  Este problema ya venía sucediendo desde la película anterior de Eastwood, Gran Torino donde la posibilidad de realismo de sus actores terminó siendo sinónimo de desinterés. 
Como el final de la película el espectador ya lo sabía antes de entrar a la sala, el reto estaba en la narración de esos hechos, y aquí la película pierde su carácter, y termina pareciéndose más a una película empastelada de deportes y no a un relato simbólico de la historia de un país. Los momentos más emocionantes de la película lo logra el poder de la palabra del poema “Invictus” de William E. Henley, pero sus imágenes de recreación de la dolorosa vida de Mandela en la cárcel no están a su altura.   Esta es una película que no trascenderá en la filmografía de Eastwood, Freeman y Damon.   Le queda mejor dejarla recomendada como una película más sobre la superación.
   

viernes, 3 de diciembre de 2010

Gigante: gigante de pies pequeños

(Escrito el 10 de marzo de 2010)


El subgénero de las comedias románticas en el que la obtención del amor se convierte en el objetivo final de la obra, ha tenido un profundo desgaste en las dos últimas décadas, porque especialmente en Estados Unidos donde  más películas se hacen bajo sus elementos formales, han construido relatos con situaciones y acciones que finalmente se ven forzadas, exageradas y a veces truculentas.  Por esa razón ver historias de amor con ciertos momentos cómicos se convierte en muchas ocasiones en un acto tedioso de dos horas.
Todo lo contrario sucede con la película uruguayo - argentina Gigante de Adrián Biniez, que le apuesta a la construcción de un sencillo relato en el que un vigilante de un inmenso supermercado de cadena se enamora de una aseadora solo porque su rostro entra en primer plano en las cámaras de vigilancia de su cuarto de monitoreo.   El detonante para la fijación con ella parte de un cómico accidente y a partir de ahí su historia se construye con tanta cotidianidad que la convierte en una de las películas más honestas que se hayan visto últimamente, al menos en Latinoamérica, dentro de los límites de la comedia romántica.   Los gritos y gags que tanto desgastan este subgénero, acá no aparecen ya que otro de los grandes valores de la obra es el silencio permanente en cuanto a los diálogos de los personajes, que convierten el acto de voyeurismo del vigilante Jara en una actividad cómplice para el espectador. 

La mirada de Jara, es la mirada del público, las preguntas elementales de Jara, son también las que el público empieza a hacer de manera reposada, porque su sosegado minimalismo da tiempo para ello.  Gigante es un homenaje al movimiento documental direct cinema de los años sesenta que  filmaba a personajes sin intervención del director, para que la realidad tuviera una fluidez y la cámara se volviera casi invisible. Jara es un hombre taciturno que además de ser el vigilante nocturno del supermercado es también guardia de seguridad los fines de semana en un bar de rock llamado Molotov, donde es requerido debido a su altura y corpulencia. Esta paradójica característica del personaje de Jara lo hace visible para infundir temor a los rockeros agresivos, pero lo vuelve invisible para demostrar sus sentimientos amorosos hacia Julia.
Gigante fue la película ganadora del reciente festival de Cine de Cartagena en su edición número 50 y aunque en técnica y presupuesto estaba por debajo de propuestas tan logradas como la argentina El secreto de sus ojos , ganadora del premio Oscar a mejor película extranjera y la española Celda 211 ganadora de 8 premios Goya en España, su narrativa sin tantas presunciones y ambiciones lograron merecidamente la estatuilla de ganadora y también tres premios más para su actor Horacio Camandule, el guión del propio Biniez y el premio de la crítica.  Este fue un acierto del jurado, ya que estas dos películas, son para  competiciones de mayor presupuesto, en las que han demostrado su alta valía. Un premio India Catalina puede faltarles en sus estantes después de lo logrado en Los Angeles y Madrid respectivamente.
Otro elemento protagónico en Gigante es la ciudad de Montevideo, que durante las caminatas en las que Jara espía a Julia, se nos va presentando con su arquitectura antigua y gastada, con sus silenciosas playas, con sus casas perdidas en el tiempo, que convierten a la obra en un pequeño viaje por la vida tranquila de esta capital del sur del continente.  En Cartagena y Berlín, Gigante ha salido aplaudida, porque lo merece. Los festivales permiten estos gustos, en este caso ver cine latinoamericano proyectado en pantalla grande y no en video como desafortunadamente es costumbre por los problemas de distribución,  que demuestra  la paradoja,  que estando cerca , pareciera que estuviéramos muy lejos.

El hombre lobo: aullidos de aburrimiento

(Escrita el 24 de febrero de 2010)


Decepcionante, aburrida, predecible y hasta risible son adjetivos con los que se puede calificar a El hombre lobo una película que pretendía aterrorizar a los espectadores, pero que al final solo deja una pesada sensación de hastío.
Empecemos por su primer gran desacierto: Benicio del Toro.  El puertorriqueño ha sido un actor que ha demostrado con creces sus habilidades actorales protagónicas en películas de alta factura como 21 gramos, Traffic, Snatch y Che. Incluso dejó huellas indelebles como actor secundario en otras obras, como Los Sospechosos de Siempre, Sin City, The Pledge y Basquiat.  
Sin embargo en este rol protagónico que complementó con su nueva faceta de productor, las características de enigma, desvarío  y turbulencia que suele mostrar con mucha facilidad, no fueron las adecuadas para su rol de Lawrence Talbot, el hombre que por un ataque y una mordida de un hombre lobo comparte la doble personalidad de humano y bestia.  Y no es que fuera el actor equivocado para hacerlo, el gran problema radicó en la época y lugar del contexto desarrollado.  Este relato está ubicado en la Inglaterra victoriana con todas las costumbres de la época muy marcadas, con escenarios, vestuario y sombreros, los cuales reconstruyen con cierto detalle y que le encajan a todos, menos a su protagonista. Anthony Hopkins y Emily Blunt por ser ingleses, responden a este requerimiento pero solo por inercia, no por buenas actuaciones, el camaleónico actor australiano Hugo Weaving lo logra sin inconvenientes por su destreza, pero Benicio del Toro, por más historial de educación en Estados Unidos que tiene su personaje,  no logra entrar en todo este desgastante acoplamiento. La película cae en el viejo “star system” de los estudios de Hollywood que trata de acomodar la historia a su protagonista. En un contexto moderno con un hombre lobo más urbano, Del Toro podría demostrar todas sus dotes por su perfil interpretativo inestable, pero las costumbres inglesas refinadas no van con él. En cambio en una película tan callejera como Snatch que Guy Rithcie hizo en las calles de Londres con gángsters, apuestas y venganzas, encajó muy bien y su interpretación fue incluso graciosa. 
Continuando con los desaciertos, el guión narrativamente está construido con demasiada pereza, es predecible y no hay ninguna sorpresa, su gran revelación se sabía casi desde el inicio. Los diálogos son fatales y la forzada historia de amor, no es creíble.  Ni los dramaturgos griegos, ni Shakespeare fueron consultados para elaborar y desarrollar el amor prohibido, que nace entre Lawrence y Gwen, después de la muerte de Ben, el hermano menor de Lawrence que no alcanza a funcionar ni siquiera en el papel.  También es usada, la sabiduría gitana como un cliché desgastado, que intenta hacer un claro homenaje a la película The Wolf man hecha en los años cuarenta que tuvo como protagonista al actor Lon Chaney Jr. que toma como inspiración esta obra. Hasta la actriz Geraldine Chaplin sale mal librada en su papel de Maleva, la anciana que da las pistas para  la salvación del alma de Lawrence por medio de un amor redentor y sincero, que no llega a lucir como tal, sino más bien como una frugal amistad o un despecho mutuo. También está descuidada la investigación de los asesinatos por parte de la bestia que atormentan a la población y la retorcida relación entre Talbot padre con sus hijos y su esposa muerta.
La lucha final entre padre e hijo, no logra el punto de clímax que se espera en este enfrentamiento y en varias tomas se vuelve cómica, pero por defecto y no por intención. La única escena que logra impactar y llamar la atención durante la proyección, es el escape que hace Lawrence del manicomio, para correr por los tejados de Londres, mientras el agente Abberline lo persigue infructuosamente.  Su director Joe Johnston, tiene unos registros con mejores propuestas de relato como lo fueron las películas de aventuras Hidalgo y  Jumanji. El género del terror, no le funciona, no es su terreno.
The wolf man es una película que no logra el primario objetivo de entretener, ni mucho menos hace el esfuerzo por explorar las dualidades del alma humana que si lograron otras películas de los años ochenta, como Aullido y Un hombre lobo americano en Londres que en sus escenas de choques y desencuentros, contaban el tormento de sus personajes marcados por el oscuro destino de la doble personalidad. 

Avatar: discurso ecológico en grande

(Escrito el 9 de febrero de 2010)

James Cameron se ha vuelto a salir con la suya. No solo ha hecho con Avatar una película de gran desarrollo tecnológico, sino también se ha convertido una vez más el número uno en la taquilla. Pero el precio que tuvo que pagar fue muy alto.  12 años de espera, con mucha paciencia y perseverancia, a lo que se suma una cifra de producción con publicidad incluida, superior a los 400 millones de dólares. En cuestión de números incluso se superó a si mismo porque Titanic su obra anterior de 1997, parecía que iba a mantenerse imbatible como la más taquillera, pero como ocurre con algunos atletas de velocidad, solo el mismo podía vencer su récord, incluso incrementando los costos de producción.
Avatar es una experiencia de introducción al universo del pueblo Na´vi y su planeta Pandora que ha creado Cameron con tanta minuciosidad, que se entiende porque ha tenido tanta demora en exhibirse.   Cameron ha hecho una película para todos los públicos, y para hacer felices a  la gran mayoría posible, hizo concesiones en su historia, pero en tecnología fue intransigente.  Avatar recibe todo tipo de críticas porque su estructura dramática y narrativa ya se ha visto en muchas otras películas: en primer lugar con el héroe elegido por ciertos designios celestiales, ignorante de su destino, que es llamado por obligación. Esta estructura del Mesías ya se ha visto en muchas películas, solo con The matrix ya tenemos  un referente cercano.  

En segundo lugar, porque este héroe que padece un daño físico de parálisis en sus piernas, ha sido un soldado de alto rendimiento, que entra a un nuevo mundo para ser un infiltrado inicialmente, pero termina enamorándose de su cultura y su conexión con la naturaleza.  Esto sucedió de manera similar en otras películas como Danza con Lobos y El último samurai, con los nativos Lakotas del territorio norteamericano en la primera y con los legendarios samurais del Japón en la segunda, pero siendo aun más estrictos, esto ya se había visto tiempo atrás en 1970 en la película Un hombre llamado caballo, todo un tributo a los indios Sioux.   Esta fascinación con las civilizaciones conquistadas por parte de sus colonizadores no es nada nuevo, ya que le sucedió al propio Alejandro Magno cuando venció a los persas, o a los romanos cuando conquistaron a los griegos. Asimilaron lo mejor de ellos, para mejorar su propia educación.
El tercer elemento es Neytiri la hija del jefe de la tribu, el personaje que acompaña y educa en el viaje iniciático al héroe Jack Sully, de quien luego se enamora. Esto es muy parecido a la historia de Pocahontas de la tribu algonquina y su relación con el inglés John Smith en versiones que se vieron primero en dibujos animados en la película del mismo nombre y luego en El mundo perdido de Terrence Malick.  Y si se siguen buscando otras referencias, se encontrarán más, como el papel de la doctora Grace interpretado por Sigourney Weaver, muy similar al que hizo en Gorilas en la niebla como Diane Fossey la zoóloga que protegía a los gorilas de las montañas  en Africa o el papel de Michelle Rodriguez como la piloto Trudy Chacon, que hasta el mismo Cameron ya había creado con el personaje de Vásquez en Aliens el regreso.  Por encima de todo esto,  lo valioso de la obra de Cameron, es que a pesar de estas similitudes, las supera y los reconstruye en un mundo  en el que logra la labor más  difícil: hacerlo creíble.  A pesar de las concesiones, logra poner su punto de vista por encima de las convenciones que el público ya tiene referenciadas.  No está inventando nada narrativamente, pero si usa la tecnología al servicio del contexto de su historia para que la pueda contar, tal y como la tenía en su cabeza, y eso lo convierte en un coloso. Sueña más allá y puede convertir su sueño en realidad.
A pesar de que rápidamente el espectador nota su discurso ecologista de preservación del medio ambiente, Cameron lo ha contado tan bien, que se vuelve valioso y renovado. Además a su manera dentro de los límites del mundo del entretenimiento,  critica las políticas extractoras y ocupacionistas de los países llamados del primer mundo que se aprovechan de los recursos naturales de los países que tienen la riqueza y que inventan guerras para apropiarse de ellos, como lo que sucede en Irak actualmente.   Justifica la curva de cambio de actitud de su personaje principal que entendió las leyes de belleza de los conquistados y argumenta una defensa en guerrillas contra los propios humanos, tal y como lo hicieron los vietnamitas del norte cuando Estados Unidos los invadió en los años sesenta del siglo pasado.  Avatar seguramente será una de las ganadoras de los premios  Oscar de este año con  gran mérito y vale la pena hacer la reflexión - así sea corta- de su discurso de defensa de los recursos naturales y la sabiduría de los pueblos antiguos que han podido convivir con la naturaleza, pidiéndole perdón cuando toman algo pequeño de ella para la diaria supervivencia.

Sherlock Holmes: elemental, mi querido Ritchie

(Escrito el 26 de enero de 2010)


Sherlock  Holmes es una película que por encima de la carga publicitaria que tiene, lo cual a veces es sospechoso, logra dejar al espectador con un buen sabor después de verla. Últimamente tanto mercadeo convierte en equívoca la calidad del cine de Hollywood que se espera ver después del bombardeo promocional, pero esta obra del recuperado director inglés Guy Ritchie deja la sensación de querer repetirla otra vez para revisar su narrativa, sus punzantes diálogos y sus soberbias escenas de acción, todo en aras del entretenimiento puro.
En más de 110 películas para cine y 80 para televisión, ha sido visto el personaje de Sherlock, creado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887, que lo ha convertido junto a Tarzán y Drácula, en uno de los personajes con mayor número de caracterizaciones en las pantallas. Reconocidos actores británicos como Christopher Plummer, Nicol Williamson, Peter Cushing y Christopher Lee, han sido algunos de sus intérpretes más famosos, que han ayudado a erigirlo como el detective más famoso de la ficción. Su poder de observación, sus precisas preguntas y su desarrollada habilidad para la deducción son algunas de las notables características que lo particularizan.  Ni siquiera personajes detectivescos como Hercules Poirot creado por Agatha Christie o August Dupin, el pionero de los detectives novelescos, inventado por Edgar Allan Poe, llegan al reconocimiento mundial del detective inglés.
Después de tantas versiones representadas que han agotado al personaje, los guionistas Michael R. Johnson, Anthony Peckham  y Simon Kinberg, esta vez le dieron un giro al personaje de Sherlock para una nueva presentación con el público postmoderno, al volverlo desaliñado, depresivo, maníaco y pendenciero.  Su comportamiento como dandy que tanto lo ha delineado en la literatura y en las películas anteriores, fue traspasado totalmente a su compañero de investigaciones, el Dr. John Watson.  Y para esta nueva interpretación con tantos requisitos solicitados, la selección de Robert Downey Jr. fue la mejor de todas.  Downey Jr. es uno de los mejores actores norteamericanos sin lugar a dudas, y nuevamente fue llamado para representar a uno de los íconos de la cultura inglesa, lo cual ya había hecho en el pasado con grandes aplausos de por medio, al interpretar a Charles Chaplin el genio del cine mudo, en una película dirigida por el especialista en este tipo de subgénero, Richard Attenborough. Su histrionismo, pero también su silencio, su habilidad física y también la seriedad de su impuesto acento inglés, aseguraron la firma para la producción de la segunda parte, que además de la acertada decisión en el casting, tuvo otro notable acierto al llamar a Guy Ritchie, para dirigirla.  Esta es su primera película por encargo, asunto que resolvió con gran altura al demostrar habilidad para la narración, la elipsis y la acción en espacios reducidos. Esta vez la solicitud requería una puesta en escena en espacios grandes para los momentos de acción, que  logran dejar una huella propia en esta nueva versión de Sherlock Holmes.  
Guy Ritchie, reconocido por su estilo personal para la acción, había quedado en gran deuda con el público por la mala racha de películas como Rock´n´rolla y Revolver, pero aún más grande era la deuda, después de haber hecho en 2002 la peor película de su filmografía: Barridos por la marea (Swept Away) que hizo junto a Madonna, cuando eran pareja. Ahora Ritchie sin Madonna y sin guión propio, da un gran paso y se reivindica por completo al exhibir una película que se degusta también por los duelos de palabras de Sherlock y Watson, a quien representa finamente Jude Law. Este personaje en ningún momento queda a la sombra de Sherlock como en otras películas, sino más bien, se convierte en su polo a tierra.  La recuperación de Irene Adler (Rachel McAdams) como la mujer que le propinó la única derrota a Sherlock en el relato original de Conan Doyle, también aporta un elemento de desequilibrio a la trama de la película, que aunque dure dos horas y media, estas no se sienten. Eso si, a pesar de los cambios introducidos a los personajes y a la historia, al final Sherlock mostrará una vez más sus habilidades de deducción para desenmascarar a su adversario Lord Blackwood. Si no lo hiciera, dejaría de ser el detective más famoso.

2012: si el mundo se va a acabar, que sea con mejores diálogos

(Escrito el 1ro de diciembre de 2009)

“¿Me estás invitando a salir?”, “Papá quiero ir contigo” o “Debo quedarme para decirle al mundo que no sobreviviremos” son algunas de las líneas que dicen varios de los personajes de 2012, la última película de Roland Emmerich, el alemán especialista en cine de desastres que ha traído su última obra para el final de temporada de este año y que coescribió con Harald Kloser.  Estas líneas dentro de la trágica destrucción de la tierra, en vez de enaltecer el drama, más bien lo ridiculiza, y ahí tenemos gran parte del problema de esta costosísima obra, que en la construcción de personajes, sus relaciones, sus conflictos y también sus finales con la muerte de algunos de ellos, son muy débiles comparado con el espectáculo de destrucción que si tiene un nivel muy alto y que paga por completo la entrada al cinema. 
La destrucción de las ciudades de Las Vegas y Los Angeles, la erupción del parque Yellowstone, el hundimiento del Tibet y la desaparición de Washington D.C. dejan boquiabierto a cualquier espectador porque esas imágenes son realmente poderosas y vigorosas, y en esto Emmerich y los estudios de efectos especiales contratados para realizarlos se llevan todos los aplausos.  Al fin y al cabo esa es la especialidad de Emmerich por la que ha tenido sonoros triunfos taquilleros como Día de independencia y El patriota, siendo esta última la mejor película que ha hecho este director, teniendo en cuenta la mezcla de narrativa, drama, personajes, combates y efectos.  Esto pudo suceder porque no escribió su guión, como si lo hizo en Godzilla y 10.000 años antes de Cristo sus dos estruendosos fracasos.   La habilidad de Emmerich no está en la dramaturgia, está en la dirección y en la visión de los desastres y peligros que pasarán sus protagonistas, aunque en 2012 varias de ellas, son poco verosímiles como los vuelos de los aviones con la pista destruyéndose por detrás, o la limosina esquivando abismos en la ciudad de  Los Angeles.
Hay un elemento de particular atención en los personajes elegidos en la película que dejan entrever como subtexto, que está creada también para que Estados Unidos por medio de su propaganda cultural con Hollywood, se muestre dentro de los límites de lo denominado políticamente correcto en imagen hacia el mundo.
Primero porque varios de sus protagonistas y coprotagonistas son de raza negra como el geólogo Adrian Helmsley, interpretado por el inglés Chiwetel Ejiofor de antepasados nigerianos, Laura Wilson la hija del presidente de Estados Unidos quien la interpreta la inglesa Thandie Newton, el sacrificado presidente de los Estados Unidos Thomas Wilson representado por el veterano Danny Glover, quien se entrega a la muerte colectiva para acompañar a su pueblo en ese duro momento, y el pianista Harry Helmsley quien es personificado por Blu Mankuma, padre del geólogo. Todo esto pasa porque ahora Barack Obama es el primer presidente negro de Estados Unidos. ¿Conveniente no?  Además al final después de este nuevo “diluvio universal”, el continente de África es el más beneficiado de todos al quedar mejor ubicado en el nuevo orden geológico, como si se tratara de reivindicar este continente que fue saqueado una y otra vez en los últimos siglos.  Claro que si se lee este subtexto con mayor desconfianza, es evidente que solo con una hecatombe mundial África podría levantarse nuevamente. 
Finalmente,  el tercer acto se desarrolla en las montañas de la China el gigante asiático, que económicamente se está haciendo cada vez más poderoso y que es un obligado aliado comercial para los intereses de los países más poderosos.  Así queda muy bien Hollywood con ellos, para posteriores contratos. "China, ayúdanos a salvar el mundo".
El reparto realmente es de lujo, pero no aportan mucho por la floja construcción de los personajes, a pesar de tener a John Cusack, Amanda Peet y George Segal, además de los nombrados anteriormente.  Solo resaltan Woody Harrelson como Charlie Frost, el hombre que anuncia el fin del mundo por la radio, quien tiene las pocas buenas líneas del guión y el eterno actor secundario Oliver Platt como Carl Anheuser el oscuro político que toma las riendas de la salvación.
La idea de la salvación por medio de unas arcas con las que emulan el retrato bíblico del Árca de Nóe es muy creativo, y se nota que si se pagó por una buena asesoría para pensar en la manera de salvación en el caso de una destrucción de la tierra, y también el cinismo más cercano a la realidad en lo referente al proceso de selección para los elegidos del viaje, cuando tiene mayor importancia el dinero que los genes de las razas, con lo cual superan la historia tal y como "se vendió” desde hace miles de años en la Biblia.   Si ese dinero en asesoría se hubiera invertido también en el guión la propuesta hubiera sido mucho mejor, porque material para hacer una mejor propuesta si tenían, pero pesaron más los efectos y la destrucción.  Si nos queremos asustar con la llegada del fin del mundo, mejor volver al documental clásico de los ochentas, Nostradamus, El hombre que vió el mañana presentado y narrado por Orson Welles. Ese si da más temor.

Surrogates: pasemos a otro tema de ficcción

(Escrito el 18 de noviembre de 2009)

Ni el carisma de Bruce Willis,  ni la correcta dirección de Jonathan Mostow, ni la creatividad de la escritura de John Brancato y Michael Ferris, ni actores de reparto como James Cromwell, Ving Rhames y Radha Mitchell, ni mucho menos ochenta millones de dólares  son garantía de que una película pueda llegar a ser interesante.   Surrogates (Identidad sustituta) es la nueva apuesta por la ciencia ficción de la compañía productora Touchstonte Pictures, que deja un gran sinsabor de lo que pudo ser, pero que por intereses de solo entretenimiento se convirtió en una película para olvidar.
El punto de partida era la novela gráfica The Surrogates, escrita por Robert Venditti con dibujos de Brett Weldele, que proyectaba en un futuro más lejano, 2057,  una premisa que proponía que en el futuro mucha gente podía tener acceso a tener su propio sustituto para llevar una vida con más belleza y sin menos actividades desgastantes de rutina diaria en la calle, con una amplia posibilidad de ser uno mismo, pero en una versión mejorada. Todo desde el cuarto de la casa, controlado por la idea de la eterna juventud.  Lo que muchos podrían pensar como una vida con más dinero, pero dedicado exclusivamente a la vanidad.  La idea de por si es fascinante, porque el ser humano muestra parte de su crueldad cuando señala los defectos de los demás, pero cuando estos no se ven en la calle, cuando casi todos son bonitos, pues la vida puede llegar a ser más llevadera.  Claro que los problemas que acostumbre a crear el hombre se trasladarían a otros escenarios y otros pensamientos, porque es parte de la naturaleza humana inventar algo para sufrir.
En el guión de Brancato y Ferris, los escritores de la más que recomendada El juego de David Fincher y también de la honrosa Terminator 3, también dirigida por Jonathan Mostow,  el relato transcurre en el año 2017, un tiempo que está a la vuelta de la esquina, y en un lapso tan corto proponen un escenario mundial en el que más del 90% de la población tiene acceso a tener su propio sustituto. Ahí ya empezaron mal. Y tenían la oportunidad de oro, de hacer una reflexión profunda acerca de los costos del acceso a la tecnología y como esta discrimina más los grupos sociales humanos creando brechas insalvables que se acortan cuando el sector menos favorecido usa la violencia para poder ser tenido en cuenta.  La creación de esa reserva humana donde solo pueden estar humanos y no sustitutos fue un espacio desperdiciado, y que solo se convirtió en una estación más para la investigación del detective del FBI Tom Greer (Bruce Willis), para hallar un arma que estaba acabando con el millonario negocio, porque está podía no solo destruir al sustituto, sino también a su usuario.  Sería como si hoy al tener un Iphone, sus usuarios pudieran morir, eso sería impensable para sus comercializadores, en pleno crecimiento de este producto en el mercado.
La película en su montaje está recortada y depurada porque todo está al servicio de la violencia de las escenas de acción que proviene de la investigación y que con cada descubrimiento se hace más excesiva y rápida.  Acá el subgénero de la acción, acabó con el género de la ficción. Los personajes secundarios son solo empleados de estación de este depurado tren, por lo cual, su aparición y diálogos no dejan ningún peso real, podría estar cualquier actor más económico y con este ahorro, usar el dinero para mejorar el desarrollo de la obra. Se ve hasta postiza la barba de El profeta (Vhing Rhames) el líder de los humanos. Hay escenas risibles como la emboscada a la detective Peters (Radha Mitchell) en la que era más fácil ir hasta su casa a desconectar al intruso descubierto que llevar docenas de soldados para disuadirla de su acto terrorista. 
La reflexión del hombre y el uso de la tecnología con androides de reemplazo ya la había llevado a la pantalla gigante en 1982, con Blade Runner de Ridley Scott, una de las piezas de ficción más inquietantes de la historia del cine llena de intensidad y al mismo tiempo de meditación. Incluso fue hecha con mayor creatividad en El Vengador del Futuro de Paul Verhoeven, con todo y Schwarzenegger a bordo, con sus efectos novedosos y la exploración del naciente mundo virtual.
En cambio con Identidad sustituta esta vez Bruce Willis no pudo salvar a la humanidad. Seguimos condenados.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Bastardos sin gloria: Tarantino en la segunda guerra mundial

(Escrito el 4 de noviembre de 2009)


Quentin Tarantino es uno de los directores norteamericanos que más fanáticos ha conseguido en las dos últimas décadas. Sus películas se han caracterizado entre muchas cosas por hacer constantes homenajes al cine tanto en géneros y subgéneros, como en diálogos, referencias, símbolos e incluso hasta en escenarios.
Bastardos sin gloria (Inglourious basterds) es su última película que tuvo una inversión de 70 millones de dólares, siendo la más costosa de las siete que ha realizado como director hasta el momento y será, la que más dividendos recoja, ya que ha superado la cifra de los 200 millones solo en exhibición en cines.  Con su obra anterior, Death Proof el fracaso en la taquilla dejó ciertos temores para sus productores para la inversión monetaria, que como se ha caracterizado, atrae grandes actores con sus guiones y exige un trabajo de puesta en escena con altas exigencias y costos en su dirección de arte. La popularidad de Tarantino, tuvo esta vez algunos reparos para poder desarrollarse.
A pesar de estos temores, Bastardos sin gloria tuvo un logro importante este año al estar en la competencia oficial del festival de cine de Cannes donde se llevó el premio al mejor actor para el austríaco Christoph Waltz quien interpreta al mejor personaje de la película, el del coronel alemán Hans Landa, un experto cazador de judíos durante la segunda guerra  mundial.  Es un personaje que con sus díalogos, su pluralidad de idiomas, sus modales, su respeto por sus víctimas y sus ejecuciones, se roba la atención del film. Ni siquiera la estrella de Brad Pitt puede opacarlo cuando comparten escena.
Bastardos sin gloria a pesar de estos dos inmensos logros, no llega al nivel narrativo de lo que ha obtenido Tarantino en las anteriores obras, porque esta vez la duración de sus escenas y del total de la obra que tanto lo han distinguido para la evolución de sus personajes,  va en su contra, ya que en el tramo final, la película llega cansada. Esta irregularidad se da porque tiene una excelente secuencia inicial con la presentación de Hans Landa, también con la entrada del escuadrón de "los bastardos” con sus símbolos de ataque, pero cuando entra el personaje de la actriz Bridget  von Hammersmark y la extensa escena en el bar de París, pierde ese impulso que había logrado en las dos secuencias iniciales. 
Los flashback, la distensión del tiempo, el homenaje al spaghetti western en la introducción del escuadrón y las referencias con el cine alemán de entre guerras, son elementos narrativos que Tarantino extrapola en su última película y despierta la mayor admiración por su cinefilia aplicada. Es uno de los grandes de la cinematografía mundial no se puede negar, pero en conjunto su última película tiene desniveles que no se hubieran notado si la duración fuera menor.
La obra es por secuencias drama, en otros western, también bélica por su contexto, en algunas es parte de la cultura pop y  en varias escenas es una comedia, así que no termina de definirse si es un sueño exagerado de Tarantino o una farsa de la segunda guerra mundial.
La fortaleza que ha tenido las producciones de Tarantino en la selección del casting esta vez tuvo sus fallas. El escuadrón no logra tanta empatía como si lo hicieron en su momento grandes clásicos como Los doce del patíbulo en los sesentas o Salvando al soldado Ryan en los noventas. Y con respecto a las mujeres que ha sido una de las grandes fortalezas de las películas de Tarantino con actrices como Uma Thurman, Pam Grier, Maria de Medeiros, Rosario Dawson, Vanessa Ferlito entre otras, esta vez tuvo un acierto y un desacierto con sus dos rubias. Dio en el blanco con la francesa Mélanie Laurent quien con su enigmática mirada podía contener la frialdad de la venganza de su personaje Shosanna, pero falló con la elección de Diane Kruger como Bridget von Hammersmark, la doble agente que ayuda al ataque contra la cúpula del regímen nazi.
Bastardos sin gloria es una película que hay que verla por segunda vez por la gran cantidad de elementos que contiene en su construcción a pesar de sus fallas, porque Tarantino siempre tiene algo novedoso por contar y como es su estilo, con maestría.

Arrástrame al infierno: un maestro haciendo ejercicio

(Escrito el 18 de octubre de 2009)


La película Arrástrame al infierno tiene dos caras muy separadas la una de la otra para aquellos espectadores que se acerquen a verla. Una de ellas es para el cinéfilo que ha conocido las películas de la larga filmografía de 13 películas de su director Sam Raimi  y la otra, es para el asistente incauto que entró a la sala de cine a ver una película de terror más, esperando demonios, apariciones y objetos volando.  Para esta segunda cara, la película es una exageración que puede rayar en la comedia con sus escenas de terror, su cliché de la maldición de una gitana, la larga tortura para su rubia protagonista  y un final que golpea de manera brutal y tajante, sin posibilidad de refutarlo.
La otra mirada, la que le da el director Raimi de renovar un género tan empobrecido últimamente como es el del terror, que se ha vuelto predecible y ausente de buenas ideas, y cuando no las hay, pues se las roban al cine de Japón y Corea del Sur. La cartelera de terror asusta pero es por su falta de originalidad.
El norteamericano Sam Raimi ha contado las mismas historias que otros han hecho en repetidas oportunidades: muertos que atacan a los vivos (Army of darkness), maldiciones que poseen a sus protagonistas (The Evil Dead) y venganzas con ríos de sangre (Darkman), pero la mirada personal que propone en sus secuencias de acción con una línea estética basada en la exageración del comic, han dejado que sus películas sean de fácil recordación para el público y aunque no haya hecho obras maestras, si ha dejado un estilo reconocible, que cuando ha jugado en las grandes ligas, con grandes presupuestos, actores, efectos y locaciones, ha salido muy bien librado.
Sam Raimi fue el director de la trilogía de Spiderman una de las mejores adaptaciones cinematográficas realizadas al héroe del cómic, en especial la segunda entrega, cuando explora el ego del antagonista el Dr. Octopus. También dirigió el western Rápida y mortal con Sharon Stone, que renovó el género con su técnica depurada y sus planos aberrantes. Pero cuando entró en los terrenos de la narrativa cinematográfica sin necesidad de efectos y artilugios, lo hizo con un pulso tranquilo con la película Un plan simple donde sacó lo mejor de un relato de traición de actores como Bill Paxton y Billy Bob Thornton que dejó una nominación para este último como actor secundario y otra para el guión que fue adaptado.
Después del desgaste de las tres películas de Spiderman, Sam Raimi vuelve a sus raíces, pero ya de una manera más estilizada. Su exploración por el subgénero del cine gore, se limita únicamente a sus efectos especiales, y en vez de usar todos los recursos económicos que tiene a la mano para hacer películas costosas de terror, eligió un relato sencillo sin tantos artificios y puntos de giro. Esta es la historia de una asesora de préstamos, Christine Brown (Alison Lohman) que le niega otra extensión de crédito a una vieja gitana, la señora Ganush (Lorna Raver) que se siente humillada por este rechazo y la maldice con la llegada de un espíritu maligno llamado la lamia. La liberación de Christine gira en torno a recuperar un botón que le quita de su abrigo la gitana, con el cual ella busca revertir el daño que está recibiendo por este espíritu demoníaco que la atormenta día y noche, y que le ha dado un plazo de tres días para resolverlo.  Un vidente Rham Jas (Dileep Rao) es el personaje acompañante que le va revelando los medios para evitar que su alma sea llevada al infierno.   El equipo de producción creó en la señora Ganush un personaje aterrorizante que en cada aparición y ataque sobre Christine, mueve la butaca del espectador. Esa es otra de las fortalezas del largometraje, y cumple con su objetivo de lograr la sensación de asco que este personaje exuda.
Esta es una película diferente de terror, que además vuelve a traer a la actriz mexicana Adriana Barraza en un corto pero fuerte papel, como la médium que puede liberar a Christine de su maldición. Arrástrame al infierno es recomendada para los espectadores que buscan una diferencia en el género del terror y no para los que solo quieren tener unos cuantos sustos.

Distrito 9: vuelven las preguntas de la ciencia ficción

(Escrito el 5 de octubre de 2009)


Películas como Primer de Shane Carruth (E.U.), REC de Jaume Balagueró (España) y The Host de Joon-ho Bong (Corea del sur) entre otras, han sido largometrajes que en la mezcla de ciencia ficción con cine fantástico, han dado mucho de que hablar por proponer historias que por encima de la tecnología hacen reflexiones acerca del comportamiento del ser humano con el uso de ellas, es decir, en sus deformaciones, aberraciones y destrucciones.

Distrito 9 del surafricano Neill Blomkamp es una obra que entra en esta categoría de películas que trascienden su género, que desafortunadamente en los últimos años las producciones de los estudios norteamericanos han desperdiciado en filmes de alto presupuesto. Con solo la primera toma Distrito 9 ofrece un inicio tan prometedor en su narración documental, que cuando entra en su segundo acto como narración de ficción, las reglas del juego ya están suficientemente claras y su relato se depura de manera envolvente siendo creíble y mejor aún, emocionante.
Su planteamiento propone la llegada de unos extraterrestres a Johannesburgo, la principal ciudad de Sudáfrica, (menos mal ya dejaron de invadir Estados Unidos en los guiones), quienes sufren una avería y quedan estacionados sobre la ciudad con una inmensa nave, debido a que no encuentran la manera de volver a casa. Muchos de sus ocupantes se encuentran enfermos y en un acto humanitario, las autoridades los aceptan y los ubican en un sector especial llamado el Distrito 9.  De ahí en adelante, inicia todo una declaración de organización que luego se transforma en limitación con los “langostinos” como se les llama despectivamente, para que se mantengan en ese territorio, mientras deciden que hacer con ellos.   El detonante de la acción se activa cuando las autoridades van a trasladarlos al Distrito 10 que está ubicado a 200 kilómetros de la capital, lo más lejos posible del contacto humano, debido a que se están comportando como seres que viven de la carroña, y que en una analogía, los muestran como tienen que vivir ciertos seres humanos en condiciones de miseria y “rebusque”.

En este punto la información de cómo están organizados los “langostinos” y como se siguen reproduciendo, está muy bien expuesta, y el relato entra en su temática más fuerte que es la discriminación y la avaricia. Los hombres empiezan a mostrar su cara más cruel al encerrar a los recién llegados en una especie de campo de concentración, de los cuales los sudafricanos saben mucho porque en ellos a finales del siglo XIX, fueron retenidos muchos boers (colonos de ascendencia holandesa) por las autoridades británicas en las guerras entre ellos por el control del territorio y las riquezas de la nación africana invadida.  En esta parte del relato de Distrito 9 la multinacional MNU que tiene una fachada de organización de derechos de protección con los alienígenas,  tiene guardadas unas secretas intenciones con los extraterrestres y en medio de este engaño, se interpone el personaje de Wikus Van De Merwe, un funcionario encargado del desalojo, quien en sus buenas intenciones de hacer el traslado con el menor número de daños posibles, abre un dispositivo que debía mantenerse cerrado.  Aquí la obra nos presenta la transformación de Wikus, que retoma el camino del personaje de Gregorio Samsa en la gran novela La metamorfosis de Franz Kafka, solo que esta vez, ese cambio es mediático y la dura realidad de Wikus es expuesta ante toda la humanidad, con toda la ferocidad del denominado cuarto poder.
Esta mirada sudafricana renueva por completo el carácter del anti héroe que encarna Wikus, porque desde su acento especial, sus torpes maneras de moverse e incluso sus chistes flojos, esconde la gran tragedia que esté personaje vive al ser el punto intermedio entre extraterrestres y humanos.  La perspectiva de mirar la triste realidad de los extraterrestres en carne propia, da un giro completo al relato, y entra en los pantanosos terrenos de la intolerancia, el abuso y el aprovechamiento. Si algo tiene un poco para reprocharle a esta película es su exceso de violencia en su tramo final, que traza una gran distancia con la creatividad propuesta en su presentación como documental, pero que de todas maneras se justifica con el enfrentamiento del hombre rechazado y atacado por sus propios congéneres, que quieren usar su nueva condición.  El genio de Peter Jackson (El señor de los anillos) está en la producción de esta obra que sin lugar a dudas es de lo mejor que se ha visto en años, en la ciencia ficción.  Abre preguntas como en su momento lo hicieron otras obras como Gatacca, Doce Monos y Enemigo mío.

The hangover: una buena resaca

(Escrito el 23 de septiembre de 2009)

La comedia es junto con el drama, los dos géneros por excelencia que estarán presentes en la gran mayoría de obras en la actualidad. Esto se traduce en que siempre habrá en cartelera una comedia para ver. El problema es que hoy en día muchas de ellas no cumplen con el objetivo primordial de hacer reír y se pasan al otro extremo que es el de la ridiculez.  Esto caracteriza un gran número de películas de este género que llegan a la cartelera local, pero afortunadamente a veces llegan algunas que realmente hacen reír durante toda su proyección como lo logró  ¿Que pasó anoche?” The (Hangover) de Todd Phillips.

Las carcajadas están aseguradas con su estructura sencilla pero bien desarrollada: cuatro amigos van a Las Vegas para hacer la despedida de soltero de uno de ellos y cuando despiertan no recuerdan absolutamente nada, hay un bebé con ellos, la habitación del hotel está destrozada y el novio está desaparecido horas antes de la boda.  Uno de los peores tríos de personajes inicia una investigación para saber que fue lo que pasó en esa noche que inició con un brindis y que terminó en un gigantesco desastre.
Todd Phillips su director ha tenido grandes éxitos con sus anteriores obras cuando trabajó en llave con el guionista Scot Armstrong en títulos como Road trip de 2000, Old School de 2003 y Starsky & Hutch de 2004 en las que fue coescritor del guión final.  Con Road trip inició la estructura que mejor maneja, la de película de carretera con tres personajes que hacen un largo viaje para evitar que una película casera revele el engaño del protagonista a su novia.  Por su parte en Old school subieron muy alto su calidad tanto en guión, situaciones y actuaciones, con actores de la talla de Luke Wilson, Vince Vaughn y Will Ferrell quienes lograron unos caricaturescos personajes, probablemente en el mejor momento de sus carreras, que querían volver a crear una fraternidad en una universidad después de ser hombres mayores, casados y con responsabilidades. Esta la más recomendada de las tres.  Con Starsky & Hutch el presupuesto fue mucho mayor, las escenas de acción mas estruendosas, los actores más costosos – Ben Stiller y Owen Wilson -, con mayor recaudación de taquilla, pero quedó con un tufillo de oportunismo al hacer un remake de la famosa serie policíaca de los años setenta.
Ahora con The Hangover, Phillips, se separa de Armstrong, y sin embargo retoma la película de carretera como base narrativa, sin actores tan costosos pero con un guión bien logrado que hace brillar a sus tres actores principales, Bradley Cooper, Ed Helms y Zach Galifianiakis con personajes bien definidos en sus objetivos, erráticos en su comportamiento e hilarantes en sus acciones.  La película se da el lujo de tener entre sus actores de reparto a Heather Graham, quien recupera su inocencia sexual con el papel de una stripper (Boogie nights y Bowfinger son muestra de ello) y también con el reconocido Mike Tyson, en una interpretación de si mismo que ayuda a revelar parte de los misterios de la obra, no sin antes demostrar por qué fue el número uno de los pesos pesados de boxeo.
El tema de la madurez es recurrente en la obra de Phillips quien lleva a sus personajes al borde del rechazo contra el estilo de vida impuesto del buen comportamiento, que se repite constantemente en el orden de la sociedad cuando el género masculino cumple más de treinta años. En este momento de la vida es empujado, casi obligado, a retribuirle a la sociedad lo que está ha invertido en ellos en educación, cariño y responsabilidad. Por eso están los gritos de independencia presentes en sus personajes, por lo menos durante una noche,  para deshacerse de sus investiduras y llegar mentalmente sin ninguna ropaje, al lugar que ha creado Estados Unidos como lo más cercano a la sucursal del infierno pero en lo divertido, lleno de placeres, tentaciones, derroches e irresponsabilidades: la ciudad de Las Vegas.

¿Que pasó anoche? no tendrá nunca el romanticismo de otras comedias como Love Actually y Mejor imposible o el carácter familiar de Little Miss Sunshine porque es más cercana a la costumbre actual de películas llenas de groserías, chistes sexuales y desordenes, y a pesar de ello supera a las demás de su especie, porque apuesta por desarrollar los personajes, sus conflictos y superaciones, y no dejarlos como simples monigotes de un guión exagerado.  Además es una muestra más de que en la televisión de Estados Unidos está el futuro del cine, sus tres actores han sido constantes coprotagonistas e invitados de seriados como Nip/Tuck, The Office y Bored to death. En ese formato hay más creatividad que en la práctica actual de hacer remakes de series. Una buena lección de la que puede dejar constancia Todd Phillips, porque la segunda parte de ¿Que pasó anoche? ya está por venir. Hay que esperarla.